AYUDAS QUE NO LO SON: diálogo fraternal sobre la Cooperación al Desarrollo I.

by - lunes, marzo 26, 2018

Autor: Miguel Luba

Hacía bastante tiempo que no me enzarzaba en una discusión tan profunda con mi hermano. De pequeños, las teníamos tensas siempre que discordábamos en algo. Hacen escasamente cinco meses desde que se graduó en Ciencias de la Administración pública y Diplomacia por la universidad de Wuhan, China (lo menciono porque China es uno de los países líderes en cooperación bilateral) y, quería que me diese un punto de vista técnico sobre cómo veía la situación de que unos países “​apoyasen ” o “​ayudasen” a otros en su proceso de desarrollo.
Él es de poco hablar y muy diferente a mí, que cuando me entra el espíritu de economista me puedo tirar todo el día conversando y suponiendo que todo lo demás permanece constante. De hecho, me dijo a continuación con voz de “te veo venir”:​ “Me parece bien que los países intenten corregir la desigualdad de esta manera.”
No satisfecho con eso, me propuse picarle un poco con: “m​enuda respuesta más seca para un diplomático, ¿no?"
Sus próximas palabras fueron: “A ver, a ver, te explico.” Con eso ya me era suficiente porque supe que estábamos a punto de arrancar con el debate.
Mi hermanito comenzó explicándome lo siguiente:
Algunas de las entradas de la RAE (Real Academia de la Lengua Española) destacan dos rasgos característicos de la cooperación entre países o personas:

1. Obrar juntamente con otro u otros para la consecución de un fin común.
2. Obrar favorablemente a los intereses o propósitos de alguien.

De esta manera, es fácil darse cuenta de que la cooperación engloba dos aspectos básicos:
1. Una serie de acciones conjuntas.
2. La consecución de un fin común.

A pesar de esta simpleza y claridad en la definición parece, sin embargo, que el orden económico mundial y sus principales actores socioeconómicos tienen una percepción diferente que para nada concuerda con la propia definición. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, el mundo ha impuesto un orden socioeconómico moderno liderado por las organizaciones supranacionales nacidas en 1945, donde se propugna la unidad, la igualdad y la armonía para evitar tensiones bélicas pasadas. Propugnas que, en última instancia dieron origen a la llamada Cooperación Internacional multilateral. Sin embargo, en la práctica, el mundo realmente sigue dividido en dos grandes bloques: Centro y periferia (Teoría Singer-Prebisch, 1960), con absoluta dependencia unilateral de la periferia al centro y con planteamientos y objetivos diferentes.

Esa división hace entender la cooperación lejos de las “acciones conjuntas” y mucho más lejos de la “consecución de una finalidad común”.
Tanto es así que, la moderna Cooperación Internacional al Desarrollo (CID), nacida tras el sistemático proceso de independencia de los países del sur iniciada en 1960 es definida como:
“El conjunto de acciones, ya sean de actores públicos como privados, entre países de diferentes niveles de renta, con el propósito de promover el  progreso económico y social de los países del sur en busca de un equilibrio sostenible con los países del norte”. (Gómez, 2001).

La anterior definición deja entrever que posiblemente no se traten de acciones conjuntas entre países. Son políticas que parten de la diferenciación en niveles de renta y, por lo tanto, los de mayor renta aplican, recomiendan o en muchos casos obligan (como en el Consenso de Washington, 1990) a los países del sur. Por otro lado, deja entrever que se trata de una mera “ayuda” sin ningún interés en perseguir beneficios comunes.

Dentro de este panorama, dos son los aspectos que se destacan muy a nuestro pesar:
1. A día de hoy existe una clara elección estratégica de los cooperantes.
2. La sobreposición de intereses diferentes al mero desarrollo.

Las dos visiones anteriores que hasta cierto punto podrían parecer simplistas y carentes de sentido, pretenden poner de manifiesto el problema al que se enfrenta actualmente la Cooperación internacional y más concretamente, la  cooperación internacional para el desarrollo en su variante de Ayudas oficiales al desarrollo. Resaltando que las mismas están perdiendo toda su real capacidad, que sí la tienen en algunos casos, para fomentar el verdadero desarrollo sostenible de aquellos países que prefiero denominar  de bajas capacidades.

Le dije a mi hermanito que había entendido muy bien su explicación y en cierta medida la compartía. Solo pude agregar mi parecer diciendo:

“El mundo sigue teniendo esperanzas en que dentro de nuestras desiguales capacidades, todos podamos coexistir en igualdad de oportunidades para tener la misma capacidad de luchar realmente contra la pobreza, el hambre,  la igualdad de género y el cambio medioambiental, principales temas de la cooperación internacional como se recogen en los Objetivos de Desarrollo del Milenio ​y los modernos ​Objetivos de Desarrollo Sostenible​. Pero, si en  lugar de cooperar para luchar con mayor fuerza, realmente se estuviese dando lo que has explicado, entonces, posiblemente estemos abocados al fracaso”.

Justo en ese instante tengo una llamada entrante que requería mi presencia  fuera de casa. Me dio tiempo a decirle a mi hermanito que continuaríamos, pero que fuera pensando desde ya por qué se daba este hecho y como podría remediarse o corregirse.

Como buen hombre de pocas palabras, solo me dijo: “¡Continuará!”


Referencias bibliográficas:
Gómez Galán M. y Sanahuja J.A (Coords). 2001. ​La cooperación al desarrollo en un mundo en cambio: Perspectivas sobre nuevos ámbitos de intervención. CIDEAL, Madrid 


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